Cuando nos referimos a
costumbre (s) o cultura (s), convengamos que estamos hablando de actividades realizadas
por los seres humanos en un determinado espacio-tiempo. Aunque, cabe afirmar, también
existen actividades o hechos naturales que no son protagonizados por los seres
humanos, como los volcanes, tormentas, terremotos, etcétera. Por eso, estos
hechos no pueden considerarse hechos culturales sino fenómenos naturales.
Toda vez que se
pronuncia esta frase “ahora ya no es como
antes”, el sentido ‑tanto negativo como positivo- quizás dependa del tono o
de la expresión facial de quien emita el mensaje. La polisemia está presente de
manera muy cargada en la misma, por lo que el receptor debe (imperativo)
–necesariamente- decodificar el sentido.
Por lo general, en la
cultura actual, se encuentra vigente la idea de la coexistencia dialéctica
tanto de una evolución científico-tecnológica como de una involución ética,
cuya síntesis es (por ejemplo) la conversión de la sociedad en mercado y de la
reducción de los seres humanos en meras mercancías o simples destinatarios
finales del proyecto consumista que ha sido diseñado por el paradigma
socio-cultural-económico vigente actualmente en la mayoría de los países, desde
el siglo XX. Nos referimos al capitalismo.
Es decir, en el paradigma socio-cultural-económico capitalista, el ser humano
es despojado de su humanidad, de su esencia misma; se convierte en algo
distinto a su ser, deja de ser lo que es; se deshumaniza. El ser humano ahora
ya no es como antes. La sociedad ahora ya no es como antes. Muchas (no todas) prácticas
actuales son distintas y contrarias a las de antes.
Al ser despojado de su
humanidad, el ser humano pierde su esencia (lo que es). Esa desontologización posibilita
el debilitamiento o pérdida de hábitos virtuosos que se han practicado de
generación en generación hasta consolidarse como parte de la cultura, parte del
ser de un pueblo o parte de su modo de ser; pues, cultura es modus essendi et vivendi populi (modo de
ser y de vivir del pueblo). Cuando los seres humanos pierden (parcial o
totalmente) su humanidad, pierden su identidad; es entonces lógico que cuando
eso ocurre, el pueblo pierda también (total o parcialmente) su identidad; es
decir, su cultura. Por eso mismo, no es
casual que se reitere de manera insistente la preocupación por la pérdida de
prácticas culturales que forman (o formaban) parte de la identidad de un
pueblo, de los pueblos.
En efecto, claramente
se puede notar el deterioro de hábitos sociales propios que han formado parte
de nuestra identidad como pueblo; la cultura del pueblo se deteriora.
Pero al mismo tiempo que se deterioran y se pierden, los mismos son
reemplazados por otros hábitos que refuerzan el daño de la relación del ser
humano consigo mismo, con otro ser humano (con y en la sociedad) y con la naturaleza.
Las virtudes de una
sociedad solidaria han sido sustituidas por los vicios que son inherentes al paradigma
socio-cultural-económico denominado “capitalismo”; es así que la solidaridad es
desplazada por el egoísmo (individualismo); competir (presentado con el eufemismo de "libre y sana competencia") se pretende imponer sobre
el compartir, así como la indolencia se sobrepone por encima de la sensibilidad social;
la intolerancia
y la aporofobia son cada vez más comunes y aniquilan la solidaridad, el
altruismo y la filantropía.
La deshumanización va ligada siempre a la bestialización; por eso mismo, no es extraño que los bestializados o animalizados desprecien -sin justificación racional- los Derechos Humanos y todo lo que tenga que ver con la promoción y defensa de los mismos.
La deshumanización va ligada siempre a la bestialización; por eso mismo, no es extraño que los bestializados o animalizados desprecien -sin justificación racional- los Derechos Humanos y todo lo que tenga que ver con la promoción y defensa de los mismos.
No en vano se afirma
que esta cultura trae consigo muerte, hambre y guerra. Y, aunque no exista un paradigma
socio-cultural-económico que sea perfecto (sino uno mejor o peor), es un
imperativo interpelar, cuestionar y superar la cultura vigente actualmente en
casi todos los pueblos para –de esa manera- conseguir (o recuperar), mantener y
consolidar un paradigma socio-cultural-económico distinto, nuevo y mejor que el actual; necesitamos una nueva sociedad donde se garantice la vida, el pan y la paz para todos y
todas.
Al Vino
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