domingo, 7 de mayo de 2023

SÍNDROME DEL FALO AGRANDADO. LA AUTOPERCEPCIÓN QUE TUMBÓ AL FRENTE GUASU.














El dirigente campesino devenido en preso político, Arístides Vera, afirma que una de las cosas más difíciles es la justa valoración debido que fácilmente uno se puede sobrevalorar o infravalorar. Basta un chubasco de entusiasmo y optimismo para sobrevalorarse y si se involucra la soberbia uno puede incluso perpetuarse con esa fantástica percepción de sí mismo, arriesgándose a alejarse de la realidad. 

La reconocida socióloga española Capitolina Díaz Martínez sostiene que la autopercepción es el conjunto de valoraciones que una persona tiene respecto de sí en un campo de acción y momento determinado. Por lo tanto, la carencia de objetividad es intrínseca a la autopercepción porque no incluye otras miradas sino solamente la de sí mismo sobre sí mismo. Más nada.

En Paraguay, el hombre que se autopercibe con más virilidad que otros sin serlo, adjudicándose a sí mismo grandeza, fuerza, valentía y gallardía extraordinarias sin tenerlas, es catalogado como alguien que padece el síndrome del falo agrandado (folclóricamente, dicho órgano es reflejo de virilidad). Quizás el Frente Guasu se haya autopercibido como una organización grande, fuerte, sólida y profunda sin ser así. Entonces, se ha comportado conforme a una valoración de sí mismo que no condice con lo que es realmente. Al ser una organización pequeña, débil, blanda y superficial no pudo realizar las prácticas de una organización musculosa; pues, como organización sigue siendo raquítica y desnutrida. Y confiando en una fuerza que no tenía, entró a disputar por más escaños en el Congreso y no solo no consiguió lo que pretendía sino ni siquiera pudo conservar los siete sillones que tenía y perdió de manera aplastante quedándose solamente con un sillón en la Cámara de Senadores.

Uno de los problemas de la autopercepción es la conducta que se desarrolla confiando en que esa percepción suple a la realidad. Tal es así que –desde hace unos años– se podría ya notar prácticas de la ANR (organización grande) en el Frente Guasu (organización pequeña), como usar el cargo de un ente público para colocar a simpatizantes y perseguir, hostigar y excluir a personas idóneas que no se doblegan ante las arbitrariedades (tal como viene ocurriendo en la FACSO, por ejemplo), cometer sobornos, chantajes, coacciones y acosos escondiéndose luego bajo el manto de la impunidad; o acumular bienes aprovechándose del cargo (conducta similar a la ANR), o resistirse a conformar bases para evitar escuchar al pueblo, tildando de “radicales”, “utópicos” o “peligrosos” a quienes se organizan para profundizar los cambios sociales con miras a una sociedad sin explotados ni explotadores. En fin, el Frente Guasu se estaba autopercibiendo como la ANR y –mientras se desenvolvía en esa fantasía– el pueblo le despertó de su hipnosis profunda con una bofetada electoral y le hizo ver la realidad que estaba esquivando. 

A veces, la experiencia es una maestra cruel que primero da el examen y luego da la lección. Y la lección es que la autopercepción pone en riesgo muchas conquistas por lo que se requiere, urgentemente, despertarse de la fantasía y confrontar la realidad recuperando las fuerzas reales y nutrirse adecuadamente para robustecerse lo necesario; solo así se podrá entrar nuevamente al campo de batalla con posibilidad real de avanzar, recuperar y conquistar derechos, recuperar bienes del pueblo usurpados y construir una sólida y duradera democracia; es decir, el poder del pueblo.

El camino de la oposición se hace mucho más duro, y solo los duros podrán permanecer en él. Esta es la hora para transitar hacia una seria renovación (de estrategia, de tácticas y de figuras) en la oposición paraguaya, de darse oportunidad y prioridad a nuevos dirigentes que han sido desplazados por quienes ahora han sido desechados y enterrados sin posibilidad de resurrección. Esta es la única garantía de que el pueblo trabajador tenga su representación y participación en el poder.

Al Vino


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