Algo
similar ocurre cuando hablamos de los saqueadores, mafiosos, corruptos,
torturadores, asesinos, evasores de impuestos, entre otros criminales que generan
daños gigantescos a la sociedad (a vos, a mí, a nuestros familiares y amigos
que tienen nombre, apellido, historia, proyectos, anhelos y sueños). Tendemos a
caer en la tentación de pensar que los criminales tienen apariencias
diabólicas o monstruosas por lo que nos cuesta comprender y aceptar que los
mismos son quienes nos dan palmaditas en la espalda durante sus recorridos por
los barrios, así como muchos de los que nos reciben sonrientes en las
Municipalidades, Gobernaciones, Senado, Ministerios u otras oficinas públicas,
cuando nos acercamos a ellos para presentar algún planteamiento. Fácilmente se considera "buenas personas" a cualesquiera criminales solo porque se presentan con amplias sonrisas y con trato amable. ¿Por qué ocurre esto? Esta confusión ocurre porque nuestro concepto acerca de quienes podrían provocarnos daños está más bien relacionado con lo estético (lindo o feo) y no con lo ético (bueno o malo).
Seguimos
pensando que quienes roban las comidas de los niños de las escuelas rurales
(donde estudian los hijos de la gente humilde, laboriosa y honrada) por valor de
Gs.16.150.000.000 van a ser personas que se cubren uno de sus ojos con un
parche y que llevan puestas ropas harapientas con capa y sombrero con la imagen
de una calavera; empero, quien saquea la comida de los niños es un hombre bien
vestido, carialegre, bien perfumado y ocupa un asiento privilegiado en la
Cámara de Senadores con una tablita bien pintada y decorada sobre su mesa que reza
“Rodolfo M. Friedmann”, incluso, sin importar que el propio Ministerio Público haya
declarado públicamente contar con elementos suficientes para demostrar que el
mismo es un criminal que debe ser encarcelado por lavado de dinero,
administración en provecho propio, asociación criminal y cohecho pasivo.
Erróneamente
tendemos a imaginar que un despilfarrador de dinero del pueblo por valor de aproximadamente
Gs. 18.500.000.000 (recurso que debía ser destinado a la reactivación económica
y la ayuda social para paliar las necesidades del pueblo durante la pandemia) pudiera
tener las mismas fantasiosas características estéticas de un pirata o de un
maleante como el de las películas de Hollywood y no alguien que se presenta
como risueño, sociable y “comprometido a trabajar solamente para el pueblo” posando
para las redes sociales en una oficina en cuyo escritorio reposa una placa con
la descripción “Dr. Juan Carlos Vera Báez Gobernador del Guairá” (cargo del cual fue destituido por corrupción). La lista es
larga; los ejemplos sobran (lamentablemente); no obstante, para muestra bastan
estos dos botones.
Tener una imagen distorsionada de los seres
perversos, tanto ficticios (Diablo, Satanás, Lucifer, etc.) como reales
(saqueadores, despilfarradores de dinero público, abusadores, corruptos,
estafadores, mafiosos, asesinos, torturadores, etc.) dificulta identificar a
quienes viven generando daños y también facilita a los mismos su impunidad
social, mediática y judicial, ya que la carencia de una profundidad en el
análisis y de una coherencia ética –envuelta en coraje y dignidad– posibilitan
el aplauso, el cariño o el miedo y la resignación ante quienes generan tremendos
daños (difícilmente reparables) a la sociedad.
Al Vino
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