miércoles, 6 de diciembre de 2017

LORÍTO ÓGA. Falacias sobre la práctica extrínseca de la humanidad: la dominación.

El filósofo Francisco Romero (1891-1962) sostiene que los seres humanos somos el resultado de la cultura que, al mismo tiempo, es construida por los seres humanos a lo largo de la historia. El ser humano es "producto" de la cultura y la cultura, al mismo tiempo, es "producida" por el ser humano. Uno se manifiesta con los demás de acuerdo a la construcción social de parámetros morales; es decir, uno es (o aparenta ser) según los conceptos de bien (hacer) y el mal (evitar) que son aceptados en un espacio (territorio) y tiempo (momento de la historia). Aun así, el o los seres humanos pueden incidir en la destrucción, transformación o construcción de la moralidad de ciertos comportamientos.

Una parte de esa cultura es el machismo, actitud principal del patriarcado (organización social y familiar en que el dominio es ejercido por el varón que se erige como autoridad suprema sobre las mujeres y niños/as). El patriarcado ha instalado también que quien ejerce ese privilegio es un ser superior cuya voluntad debe ser acatada incuestionable e íntegramente, pese a que su “autoridad” no implique, por lo general, algún prestigio y crédito por su calidad y competencia. 

Tal organización primitiva -intrínsecamente injusta e irracional- perdura hasta la actualidad, pese a que se ha originado en una época en que la razón todavía no era el fundamental motor que impulsaba las decisiones y acciones humanas. Pero en nuestra era, extrañamente, esta sociedad puede escandalizarse fácilmente por la manera arcaica de vestirse de alguien, sin escandalizarse por la violencia (o dominio) del varón contra la mujer, la  cual es la principal característica del patriarcado que también es arcaico.

También el capitalismo se encargó de meter en la cabeza de la ciudadanía la supuesta naturalidad de la explotación del hombre por el hombre, de que alguien tiene que dar órdenes y que otros deben obedecer, que alguien debe poseer mucho y muchos deben poseer poco, que unos pocos deben dominar al resto de la población. Así como el patriarcado concibe como natural o normal que el hombre someta, explote y domine a la mujer, también al capitalismo concibe como natural o normal que unos pocos (ricos-multimillonarios) sometan, exploten y dominen a la mayoría (desposeídos-empobrecidos).

Dado que en este modelo social, cultural y económico vigente se naturalizan la explotación, el sometimiento y la dominación, se introduce la tesis de que el varón también debe reproducir la lógica amo-esclavo por lo que debe dominar a la mujer y si no la somete o domina es porque la mujer ejerce la dominación sobre ese hombre; cuando el hombre no somete, no explota y no domina a la mujer, se convierte en "Loríto Óga" (ave domesticada tras habérsela cortado las alas). Es decir, según esta lógica, sí o sí debe haber dominación, sometimiento y explotación del ser humano por otro ser humano. De esa forma se anula toda posibilidad de sana convivencia en iguales condiciones entre mujeres, hombres, niños, adultos, etcétera, y se promociona como "socialmente aceptable" toda violencia e injusticia.

La idea de la supuesta naturalidad de la dominación se ha introducido profundamente en las mentes colectivas a tal punto de que llegó a formar parte de la idiosincrasia de muchos pueblos desde, posiblemente, tiempos inmemorables. Transformar esa práctica requerirá de inconmensurables esfuerzos, sobre todo por la resistencia de quienes se benefician de la dominación (y explotación).

En la misma relación entre esposo y esposa (o de novio y novia) se instaló también la idea y la práctica de que uno de los dos tiene que ejercer la dominación sobre el otro o sobre la otra. La clase dominante (la oligarquía) incorporó en la cultura de la gente que la dominación es buena. Y hasta ahora, en los sectores no pensantes, se pretende sostener que si un hombre no domina a la mujer, entonces ésta domina a aquél, como si la dominación sí o sí fuese algo intrínseco de la relación entre los seres humanos, incluso en las parejas o en los matrimonios. Tal idea corresponde precisamente a esa cultura capitalista que promociona la desigualdad social a través de la dominación (clase opresora contra clase oprimida) que se practica cotidianamente, de manera irracional, desde el mismo hogar. 

Entonces, se pretende imponer como "aceptable" que la mujer sí o sí debe ser sometida al varón, tal como el empleado es sometido al patrón o como el esclavo es sometido al amo, pese a que esto va totalmente de contramano con la razón, y, consecuentemente, contra la justicia. Este tipo de relacionamiento es completamente deshumano, deshumanizante y deshumanizador. Sin embargo, en esta sociedad alienada por el capitalismo, el machismo, como práctica principal del patriarcado, sigue siendo presentado como algo natural, normal e inmutable. Estas erróneas visión y acción deben ser desmontadas, si se pretende construir un orden social justo, humano y libre de explotación del ser humano por otro ser humano.

De esa forma, la igualdad y la equidad o que "la ley es igual para todos/as", se empiezan a quebrar desde la raíz de la sociedad, desde la misma pareja unida “por amor”, o incluso desde la familia. 

En Paraguay es casi folclórico, por ejemplo, tildar de “Loríto Óga” (ave domesticada), al hombre que no reproduce la lógica “amo-esclava” y la subyacente idea de la dominación de ese varón a su propia pareja. La tradición -como realización de las praxis impuestas por los/as ascendientes- es inmutable para quienes tienen dificultad o incapacidad para reflexionar acerca dichas prácticas; pues, para criticar, cuestionar y transformar la realidad es necesario poner en ejercicio el atributo esencial que nos diferencia de las bestias: el raciocinio. 

Desapasionar nuestras ancestrales prácticas individuales y sociales es uno de los medios más convenientes para racionalizar las mismas y poder humanizar más a la humanidad tan deshumanizada y bestializada a causa de haber asumido que la dominación es algo intrínseco a nuestra manera de convivir unos/as con otros/as.

Si no se tiene la capacidad de revisar y razonar sobre las prácticas individuales y sociales, entonces cada ciudadano/a va a seguir siendo reproductor/a de esa cultura de dominación y, consecuentemente, de la explotación del ser humano por otro ser humano.

Al Vino


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