viernes, 27 de abril de 2018

ALGUNAS LECCIONES TRAS LAS “ELECCIONES” DEL 22/04/2018


El terrorista fascista Alfredo  Stroessner, caudillo de la tiranía colorado-policial-militar que agobió al país con saqueos, secuestros, exilios, encarcelamientos, torturas, asesinatos, etcétera, (desde el 15 de agosto de 1954 hasta el 3 de febrero de 1989), desde los albores hasta la postrimería de ese cruento régimen, tenía entre el 10% y el 15% de apoyo social en el Paraguay -algunos le apoyaban por conveniencia y otros cuantos por ignorancia- pero supuestamente "ganaba" los simulacros de elecciones presidenciales con 87% a 95% de los votos.

La Asociación Nacional Republicana (ANR), conocida ordinariamente como Partido Colorado, desde el régimen stronista ha manipulado los votos de los/as ciudadanos/as para tratar de legalizar el ilegítimo gobierno de la República del Paraguay. Es más, ha realizado simulacros de votaciones en las que se declaraban ganadores de las mismas, pese a que tenía un mayoritario repudio social. Una “elección general” ha sido siempre una útil herramienta del coloradismo para presentar nacional e internacionalmente que todo cuanto acaece en el país tiene carácter democrático. Pues, al aparato electoral le convirtieron en putrefacto, fraudulento y plutocrático (acorde a esa minoría a la que favorece).

Los hechos demuestran que el pueblo no ejerce el poder al depositar su voto en las urnas. Es decir, en un sistema capitalista, el eleccionismo, el votismo o el electoralismo no son una herramienta al servicio del pueblo para ejercitar su soberanía sino más bien sirven para legalizar a los gobiernos puestos por, para y con los empresarios, latifundistas, agro-ganaderos, banqueros, narcotraficantes inconmensurablemente multimillonarios (nacionales y transnacionales).

Como en anteriores elecciones, esta vez nuevamente el coloradismo hizo figurar la cantidad de votos que le concede victoria electoral sobre su coyuntural contrincante (que en praxis no es tan distinto al oficialismo), pese a que perdieron dicha contienda. Sin embargo, la ANR falsea los datos, manipula los resultados, roba votos de partidos y movimientos distintos al oficialismo. A todo esto no se puede dejar de mencionar que alrededor de 500.000 personas (quinientos mil) se vieron obligadas a “negociar” sus cédulas para garantizar alimentación por uno o unos días, alquilando su documento de identidad por Gs. 100.000 ó 50.000, quizás no por falta de conciencia precisamente sino por exceso de necesidad y de hambre. Esta es una de las maneras de cambiar la voluntad popular. Entonces, el temor a la trasparencia es muy grande porque si se echa luz sobre esas prácticas, dicho partido (que es la herramienta político-económica de la clase opresora) perdería el poder o al menos se evidenciaría con mayor contundencia la ilegitimidad del mismo. 


Como lecciones, estas “elecciones” nos han dejado que los dueños del sistema capitalista vigente no van a dejar que la voz del pueblo oprimido tome el timón o que siquiera mínimamente desvíe el curso de esta barca en la que los ricos tienen todo y los pobres, solo su empobrecimiento. No es que el pueblo sea tonto y vota por los mismos de siempre; eso sería insultar la capacidad de razonamiento de la gente para culpabilizarla de la situación y eximir de culpa y pena a los verdaderos sostenedores de este orden de cosas, tal como el charlatán orgánico del sistema, Benjamín Fernández Bogado,  quiere introducir  (a fuerza de repetición) en la cabeza de la gente. Sabemos que la gente es inteligente, es capaz de comprender quién es su enemigo y quién no; sin embargo, irrefutablemente, esos votos, ni las manifestaciones, ni los cortes de ruta, ni mendigar a los gobernantes, ni las gestiones de algunos derechos, etcétera, podrán resolver los problemas más acuciantes de la población mayoritaria que pertenece a la clase trabajadora, oprimida y empobrecida. Este sistema capitalista es absolutamente incapaz de resolver las situaciones injustas que padece el pueblo paraguayo, precisamente porque tales situaciones son resultado del desarrollo del capitalismo.

La única o quizás la mejor de las opciones que el pueblo tiene es la construcción y consolidación del poder popular. El poder debe ser popular, no solo individual porque el problema es estructural, macroscópico y colectivo, y la solución necesariamente tendrá que tener mismas características. El pueblo trabajador (del campo y de la ciudad) no puede seguir bailando el desentonado canto que le impone sus opresores agrupados en clase (clase opresora) sino construir su propio canto; no puede seguir reproduciendo el discurso de su enemigo de clase sino producir uno propio, genuino, autónomo, diferente, racional y potente.

Si el pueblo quiere llegar a la verdadera democracia debe sacudirse, estirarse y forzar hasta romper las cadenas culturales e ideológicas que le ha impuesto su enemigo. No se puede convivir con la cadena desde la cuna hasta tumba. El pueblo necesita emanciparse y es un deber dicha tarea. El poder popular es la única democracia verdadera y para alcanzarla necesita dar este salto y para evitar calambres o estirones, el ejercicio debe empezar y seguir disciplinadamente en los hogares, en las escuelas (colegios y universidades), sindicatos, en las chacras, en las fábricas, en los espacios de recreación y deporte, etcétera. Es momento de romper las cadenas ideológicas y culturales del enemigo; es momento de construir y consolidar el Poder Popular.

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