miércoles, 16 de junio de 2021

LA ANR Y OTRAS MAFIAS. Observaciones de la práctica histórica.


La Asociación Nacional Republicana (ANR) o “Partido Colorado”, según sus prácticas, es una organización mafiosa que –a diferencia de otras asociaciones criminales- opera sin necesidad de clandestinidad, puesto que se disfraza de ‘organización política’ y sus miembros son quienes dirigen el Estado controlando y empleando todos los aparatos estatales para mantener impunes sus saqueos de los bienes patrios, secuestros, torturas y asesinatos o exilios de opositores reales que se organizan para construir una sociedad democrática y humanista; es decir, una sociedad anti-colorada. Por ende, esta organización mafiosa es mucho más peligrosa para la sociedad que las convencionales mafias. Éstas eran perseguidas por el Estado; la mafia colorada, en cambio, es la que controla al Estado y lo maneja para preservarse como organización delictiva.

La ANR se maneja con criterios gansteriles, con códigos de los mafiosos y gánsteres. Así que, es poco razonable pretender colocar la idea de que alguien que es miembro de esa organización, sea una persona “honesta” o “buena” o “diferente” a los otros miembros. Pues, quien forma parte de una organización, lo hace porque simpatiza, comulga y/o está de acuerdo con sus doctrinas, sus prácticas y con sus fines; además, se forma parte de una asociación para cooperar con ella, seguir defendiendo, consolidando o promoviendo sus prácticas y fines. Si quisiese lo contrario, si fuese diferente o si estuviese en desacuerdo, no estaría en sus filas (dentro de esa organización).

Toda organización de esencia mafiosa se rige por reglas o códigos cuyo incumplimiento es severamente castigado por los otros miembros o por quienes la dirigen, haciendo imposible la incorporación o permanencia en ella de quienes piensen o hagan lo contrario a lo que esa organización piensa, pregona y hace.

Cuando un Estado está “secuestrado” o bajo el control de una asociación de criminales, los recursos que ingresan al fisco quedan en manos de los miembros de esa organización, por lo que la sociedad se encuentra casi imposibilitada de superarse, crecer y desarrollarse. Entonces, los ciudadanos que pretenden acceder a algunos derechos básicos (salud, educación, alimentación, trabajo, vivienda, entre otros) tienen que doblegarse ante algunos miembros de la mafia o incluso adherirse a ella. Al hacer eso, pasan a ser los operarios de la organización, conocidos como "punteros" o soldados de bajo rango con posibilidad de ascender según su 'lealtad'.  Y esa práctica se consolida al pasar el tiempo convirtiéndose en una especie de “cultura” haciendo que parezca muy difícil o imposible de ser derrotada y/o superada.

Estos operarios son quienes “consiguen” trabajos en las instituciones públicas sin méritos ni preparación o esfuerzo; por ende -al tener a esos operarios políticos en las oficinas estatales (administradas por los ministerios, las gobernaciones, las municipalidades, etc.)- los “servicios públicos” son mediocres y cada vez más paupérrimos. Este estilo de administración estanca al país manteniéndolo en el subdesarrollo; pero, forma parte del proyecto mafioso. Pues, al contaminar de esos mismos vicios a la mayor cantidad de gente posible, aseguran su continuidad en el poder sin que se les reclame con demasiada fuerza, puesto que –finalmente- muchos se han visto forzados a entrar en ese círculo vicioso, cumpliendo las exigencias de la mafia para conseguir derechos (que se presentan como “beneficios”) asemejándose, en escala menor, a los que dirigen la organización mafiosa, e incorporando la sensación de que “debe favores” a quien le otorgó un derecho. Eso le impide hacer cualquier reclamo o le quita las ganas de confrontarle y derrotarle.

La mafia se muestra siempre “leal” a sus operarios o adherentes más fervorosos; por eso, quienes se adhieran a esa organización tienen “garantizados” algunos derechos. En cambio, quienes están en su contra tienen que hacer el doble, triple o décuplo esfuerzo para conseguir la mitad o lo mismo de los derechos que usufructúan –sin mucho esfuerzo- los que sí se doblegaron ante la mafia o se unieron a ella. Aunque no se puede perder de vista que a este tipo de extorsión son sometidas varias personas que, pese a no comulgar con los crímenes, saqueos, corrupciones (y otros males que comete una organización de delincuentes y criminales), no encuentran otra forma de subsistir más que doblegándose o uniéndose a ella.

En la actualidad, a nuestra sociedad ya no le sorprende que, en épocas de proselitismo (más aún ahora que es gigantesco el descrédito de los miembros de la mafia) esos mafiosos estén buscando nuevas fichas, nuevos caudillos y nuevos espacios donde conservar o ganar adeptos; para eso emplean parte de los recursos estatales y fomentan asistencias incluso en las localidades más recónditas, ya que esta es la época de las obras postergadas y de las amabilidades forzadas. Dichas asistencias son presentadas como "favores personales" o "favores partidarios" procurando quedar en la retina social como “el que hizo algo por la gente” y a quien "no se le puede dar la espalda a la hora de pedir votos". La mafia pretende seguir sometiendo al pueblo a este tipo de chantaje y extorsión.

Sin embargo, como en cada sociedad, en cada época en que el deterioro moral es creciente, hay también una reserva moral y patriótica que no se conforma ni se resigna ante tanta decadencia y construye otro modelo de sociedad más humana, justa y –por lo tanto- más habitable para esta y para las próximas generaciones. Son estas personas quienes podrán y tendrán que recuperar la dignidad que nos merecemos como sociedad.


Al Vino

jueves, 27 de mayo de 2021

HAMBREADOS Y HAMBREADORES. SAQUEADOS Y SAQUEADORES.



Paraguay es un país que necesita ser desparasitado para que pueda ser robusto y sano. Paraguay, un país con una vasta riqueza natural y cultural, ha sido víctima de una explotación sistemática que se remonta a la Guerra de la Triple Alianza de 1870. Desde entonces, la nación ha sido saqueada por individuos que, en su ambición desmedida, han actuado como parásitos que drenan los recursos vitales del Estado y de su pueblo. Estos individuos, que podríamos denominar "vende-patrias" y "traidores de la patria", han utilizado sus posiciones de poder para apropiarse de los bienes del país, estableciendo redes clientelares y perpetuando un sistema de corrupción que impide el desarrollo económico y social de la nación.

La analogía entre estos saqueadores y los parásitos intestinales, como los protozoos (giardias) y los gusanos, es contundente. Los parásitos se alojan en el intestino humano, donde absorben los nutrientes esenciales, debilitando el cuerpo y generando una serie de problemas de salud que, si no se tratan adecuadamente, pueden conducir a la desnutrición severa y, en casos extremos, a la muerte. De manera similar, los vende-patrias se han enquistado en las instituciones del Estado, apropiándose de los recursos que deberían destinarse al bienestar del pueblo. Como resultado, por más recursos que existan, la población sigue empobrecida y hambreada, pues estos recursos no llegan a quienes más los necesitan.

Este fenómeno tiene raíces profundas en las estructuras de poder que, a lo largo de las décadas, han perpetuado la desigualdad y la exclusión social. Los politiqueros, como se les suele llamar, actúan como los parásitos en el cuerpo social: se alimentan del esfuerzo del pueblo, engordan sus cuentas bancarias, construyen lujosas mansiones, y ostentan un estilo de vida que contrasta radicalmente con la pobreza y la desesperanza de la mayoría. La analogía entre el robo de recursos y el saqueo de los nutrientes del cuerpo es clara: ambos procesos debilitan, empobrecen y, finalmente, matan.

El robo sistemático de los recursos del pueblo paraguayo no es solo una cuestión económica, sino también un problema de salud pública. Cuando se priva a una población de sus recursos, se generan una serie de consecuencias negativas que afectan la salud física y mental de las personas. La malnutrición, la desnutrición y, en última instancia, la inanición son comparables a los efectos devastadores que tiene la corrupción en el tejido social. El deterioro de las instituciones, la falta de oportunidades y la desesperanza son síntomas de un cuerpo social que ha sido parasitado durante demasiado tiempo.

A pesar de este panorama desolador, existe una conciencia creciente entre el pueblo paraguayo sobre la necesidad de transformar esta realidad. Cada vez más personas se dan cuenta de que el saqueo de sus recursos no puede continuar indefinidamente, y están dispuestas a luchar por un país más justo y equitativo. Sin embargo, también hay quienes han naturalizado su situación de pobreza y exclusión, aceptando migajas de quienes les han robado durante décadas. Estos resignados, que ven en los políticos corruptos a "buenas personas" que "hacen algo en vez de nada", son víctimas de una forma de manipulación que perpetúa el ciclo de saqueo y empobrecimiento.

La lucha por la dignidad es, en última instancia, una lucha por la justicia. Así como es necesario desparasitar un cuerpo enfermo para devolverle su vitalidad, también es necesario liberar a Paraguay de los vende-patrias que han saqueado al país durante tanto tiempo. Este proceso no será fácil ni rápido, pero es indispensable para restaurar la dignidad de un pueblo que ha sido despojado de sus recursos y oportunidades.

La metáfora del saqueo como un acto de parasitismo social nos permite comprender mejor las dinámicas de poder que han mantenido a Paraguay en un estado de subdesarrollo crónico. La corrupción y la impunidad no son fenómenos aislados, sino parte de un sistema más amplio que permite a una élite minoritaria vivir a expensas del sufrimiento de la mayoría. Por lo tanto, la lucha contra estos parásitos sociales es una lucha por la vida misma, por la salud de la nación y por el futuro de las generaciones venideras.

Al igual que en la cita de Simone de Beauvoir, la complicidad de algunos sectores de la sociedad con los saqueadores es un factor crucial que perpetúa este estado de cosas. Sin embargo, la mayoría del pueblo paraguayo tiene la oportunidad y el deber de resistir, de no arrodillarse ante quienes les han robado su futuro, y de exigir un país donde la justicia social sea una realidad y no una mera aspiración. La lucha por un Paraguay libre de parásitos sociales es, en última instancia, una lucha por la vida, la dignidad y la justicia para todos sus ciudadanos.

Al Vino.

 







 

EL ROSTRO DE SATANÁS. Aportes para reflexionar sobre el mal, el malo y lo malo.

-Por Alvino Villalba Cuando la gente se imagina cómo sería el rostro del Diablo, la imagen que se crea en la mente es la de un ser parecido ...