Paraguay es un país que necesita ser desparasitado para que pueda ser robusto y sano. Paraguay, un país con una vasta riqueza natural y cultural, ha sido víctima de una explotación sistemática que se remonta a la Guerra de la Triple Alianza de 1870. Desde entonces, la nación ha sido saqueada por individuos que, en su ambición desmedida, han actuado como parásitos que drenan los recursos vitales del Estado y de su pueblo. Estos individuos, que podríamos denominar "vende-patrias" y "traidores de la patria", han utilizado sus posiciones de poder para apropiarse de los bienes del país, estableciendo redes clientelares y perpetuando un sistema de corrupción que impide el desarrollo económico y social de la nación.
La analogía entre estos saqueadores y los parásitos intestinales, como los protozoos (giardias) y los gusanos, es contundente. Los parásitos se alojan en el intestino humano, donde absorben los nutrientes esenciales, debilitando el cuerpo y generando una serie de problemas de salud que, si no se tratan adecuadamente, pueden conducir a la desnutrición severa y, en casos extremos, a la muerte. De manera similar, los vende-patrias se han enquistado en las instituciones del Estado, apropiándose de los recursos que deberían destinarse al bienestar del pueblo. Como resultado, por más recursos que existan, la población sigue empobrecida y hambreada, pues estos recursos no llegan a quienes más los necesitan.
Este fenómeno tiene raíces profundas en las estructuras de poder que, a lo largo de las décadas, han perpetuado la desigualdad y la exclusión social. Los politiqueros, como se les suele llamar, actúan como los parásitos en el cuerpo social: se alimentan del esfuerzo del pueblo, engordan sus cuentas bancarias, construyen lujosas mansiones, y ostentan un estilo de vida que contrasta radicalmente con la pobreza y la desesperanza de la mayoría. La analogía entre el robo de recursos y el saqueo de los nutrientes del cuerpo es clara: ambos procesos debilitan, empobrecen y, finalmente, matan.
El robo sistemático de los recursos del pueblo paraguayo no es solo una cuestión económica, sino también un problema de salud pública. Cuando se priva a una población de sus recursos, se generan una serie de consecuencias negativas que afectan la salud física y mental de las personas. La malnutrición, la desnutrición y, en última instancia, la inanición son comparables a los efectos devastadores que tiene la corrupción en el tejido social. El deterioro de las instituciones, la falta de oportunidades y la desesperanza son síntomas de un cuerpo social que ha sido parasitado durante demasiado tiempo.
A pesar de este panorama desolador, existe una conciencia creciente entre el pueblo paraguayo sobre la necesidad de transformar esta realidad. Cada vez más personas se dan cuenta de que el saqueo de sus recursos no puede continuar indefinidamente, y están dispuestas a luchar por un país más justo y equitativo. Sin embargo, también hay quienes han naturalizado su situación de pobreza y exclusión, aceptando migajas de quienes les han robado durante décadas. Estos resignados, que ven en los políticos corruptos a "buenas personas" que "hacen algo en vez de nada", son víctimas de una forma de manipulación que perpetúa el ciclo de saqueo y empobrecimiento.
La lucha por la dignidad es, en última instancia, una lucha por la justicia. Así como es necesario desparasitar un cuerpo enfermo para devolverle su vitalidad, también es necesario liberar a Paraguay de los vende-patrias que han saqueado al país durante tanto tiempo. Este proceso no será fácil ni rápido, pero es indispensable para restaurar la dignidad de un pueblo que ha sido despojado de sus recursos y oportunidades.
La metáfora del saqueo como un acto de parasitismo social nos permite comprender mejor las dinámicas de poder que han mantenido a Paraguay en un estado de subdesarrollo crónico. La corrupción y la impunidad no son fenómenos aislados, sino parte de un sistema más amplio que permite a una élite minoritaria vivir a expensas del sufrimiento de la mayoría. Por lo tanto, la lucha contra estos parásitos sociales es una lucha por la vida misma, por la salud de la nación y por el futuro de las generaciones venideras.
Al igual que en la cita de Simone de Beauvoir, la complicidad de algunos sectores de la sociedad con los saqueadores es un factor crucial que perpetúa este estado de cosas. Sin embargo, la mayoría del pueblo paraguayo tiene la oportunidad y el deber de resistir, de no arrodillarse ante quienes les han robado su futuro, y de exigir un país donde la justicia social sea una realidad y no una mera aspiración. La lucha por un Paraguay libre de parásitos sociales es, en última instancia, una lucha por la vida, la dignidad y la justicia para todos sus ciudadanos.
Al Vino.
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