
Para una mejor comprensión del término PANFILIA, es útil recurrir a la etimología de las dos palabras que componen esta expresión. El origen de la palabra es griego. "Pan" (πάν) significa 'todo' o 'todos', y "filia" (φιλία) se traduce como 'amistad'. De este modo, "pánfilo/a" se refiere a la persona que busca ser amiga de todos, o al menos, tiene la intención de serlo. La panfilia, en esencia, es una inclinación hacia el deseo inalcanzable de ser amigo/a de todos, una aspiración que, en su naturaleza, ya está destinada al fracaso debido a la imposibilidad de satisfacer a todos los individuos en cualquier circunstancia. Esta búsqueda constante de aceptación universal puede convertirse en una trampa emocional y psicológica, ya que conlleva una pérdida de identidad y autenticidad personal en el intento de complacer a todos.
Ciertamente, una persona que tiene convicciones firmes y posturas claras es alguien digno de confianza, precisamente debido a la inquebrantabilidad de su lealtad y la coherencia en su forma de ser. Estas cualidades no solo fortalecen el carácter de una persona, sino que también delimitan sus relaciones, haciendo que su amistad sea selectiva. En este sentido, alguien con principios sólidos no se verá forzado a agradar a todos ni a adaptarse a todas las situaciones, porque sus valores y creencias actúan como un filtro natural en la construcción de sus vínculos. Es normal, e incluso saludable, que una persona con fuertes principios y convicciones no trate de complacer a todo el mundo, pues entiende que no todos los individuos le resultarán agradables, y viceversa.
Por otro lado, quien padece de panfilia carece de una personalidad propia definida y, en su intento desesperado por estar bien con todos, renuncia a tener una postura clara, a sostener principios y convicciones. Este comportamiento refleja una profunda inseguridad y una necesidad constante de validación externa, que lleva a la persona a moldearse según las expectativas y exigencias de los demás, sacrificando su propia identidad en el proceso. Así, se acomoda según las circunstancias, sin considerar las implicaciones éticas o morales de sus acciones. Su principal propósito se centra en ser querido/a por todos y evitar a toda costa cualquier tipo de conflicto o desaprobación, lo que le lleva a adoptar posturas contradictorias y, en última instancia, a traicionar su propia esencia.
Un ejemplo claro de esta falta de consistencia es cuando una persona pánfila apoya una postura frente a Juan, pero luego respalda la postura opuesta cuando está con José, sin mayor remordimiento. Esta capacidad para contradecirse y actuar de forma ambigua no solo demuestra una falta de integridad, sino que también puede causar confusión y desconfianza entre quienes interactúan con él/ella. Quienes padecen de panfilia pueden, con la misma facilidad, consolar a una víctima y alentar al victimario, lo que evidencia su incapacidad para tomar una posición ética firme. Del mismo modo, pueden comprometerse con una persona y, sin dudarlo, hacer lo mismo con otra, dejando un rastro de promesas incumplidas y relaciones deterioradas. Al final, quien pretende ser amigo/a de todos, no es amigo/a de nadie.
Cuando la actitud pánfila se lleva al ámbito gremial o político, las consecuencias son aún más graves. En estos contextos, la falta de una postura firme puede llevar a la persona a asumir múltiples responsabilidades, prometiendo cumplir con las expectativas de todos, pero sin la capacidad real de hacerlo. Esto no solo genera desconfianza y frustración entre sus colegas o seguidores, sino que también compromete la eficacia de su liderazgo. El viejo adagio "quien mucho abarca, poco aprieta" se aplica perfectamente aquí, pues el pánfilo se esfuerza por complacer a todos, sin poder cumplir adecuadamente con ninguno. Sin embargo, es importante destacar que esta aparente "responsabilidad" no nace de un verdadero deseo de asumir compromisos, sino de la necesidad de estar bien con todos, lo que lleva a la persona a prometer más de lo que puede cumplir.
Este comportamiento, adoptado por muchas personas, se convierte en una especie de padecimiento, ya que anula la capacidad de decisión autónoma del individuo. Las decisiones que toma, si es que se pueden llamar decisiones, no son resultado de un proceso reflexivo o de convicción personal, sino de una compulsión por agradar a los demás. En este sentido, la persona pánfila se convierte en un mero reflejo de las expectativas ajenas, sin un criterio propio que guíe sus acciones.
En cierto aspecto, todo esto recuerda bastante al filósofo José Ingenieros, quien en su obra El hombre mediocre expresó: "Muchos nacen; pocos viven. Los hombres sin personalidad son innumerables y vegetan moldeados por el medio, como cera fundida en el cuño social". Esta cita resuena profundamente en el contexto de la panfilia, ya que refleja la idea de que quienes carecen de una personalidad definida no son más que productos del entorno, incapaces de vivir de manera auténtica y plena.
En conclusión, el/la pánfilo/a no es amigo/a de todos, sino de nadie. Su incapacidad para tomar decisiones firmes y sostener relaciones auténticas lo/a condena a una existencia superficial y solitaria, donde la búsqueda de aceptación termina por alienarlo/a de sí mismo/a y de los demás