- Por Alvino Villalba
Hablar de “anti-vacunas” y “pro-vacunas” nos remite a la histórica disputa
entre creencia y ciencia, entre ignorancia y conocimiento, entre los que
promueven la enfermedad y la muerte y los que promueven la salud y la vida. Los
autodenominados "anti-vacunas" son los promotores de la enfermedad,
del sufrimiento y de la muerte, tanto de sí mismos como de sus familiares,
amigos y también extraños; pues, pedir que la gente no se las aplique equivale
a un pregón del dolor y la muerte. Por más dura que sea esta expresión, es la
única forma sintética que expresa lo que se precisa comunicar de manera
inmediata ahora que el debate ya no se centra en el origen divino o terrenal de
este mal global sino más bien la humanidad se aboca a superarlo en el menor tiempo
y con el menor costo posible. Las vacunas son las únicas herramientas eficaces
para erradicar o controlar este virus que ha causado tantas muertes, orfandad,
pesar y otros males cuyos etcéteras son interminables. Por eso, la imagen
(viralizada en las redes sociales) que acompaña este artículo no es tan
“amigable”.
Con la aparición de la vacuna (como
resultado del arduo, exhaustivo y altamente cualificado trabajo de los mejores
científicos de todo el planeta) para contrarrestar la pandemia ocurrida por el
coronavirus, también ha reaparecido una discusión difícilmente conciliable
entre quienes se aferran a sus creencias y quienes se abren a las ciencias. La
creencia sostiene la existencia de algo cuya prueba no existe, por eso necesita
que se crea; pues, creer es adherirse a algo sin exigir fundamentos ni
comprobar su veracidad. Por ejemplo, no hace falta “creer” que existe el sol
porque su comprobada existencia impone sostener que efectivamente existe. Sin
embargo, para sostener la existencia del Pombéro se requiere creer, ya que no
hay prueba material para afirmar comprobadamente que sí existe. La ciencia, en
cambio, sostiene algo luego de haberlo sometido a un riguroso estudio.
Entonces, es -prácticamente- imposible algún punto de coincidencia o de conciliación
entre ambas (creencia y ciencia); pues, son completamente antagónicas y
'luchan' una contra la otra. Solamente una puede sobreponerse sobre la otra. No
hay punto medio ahí.
En este momento, el mundo experimenta un
rebrote de la pandemia por las variantes nuevas del COVID-19 y la mayor
cantidad, tanto de infectados como de los hospitalizados y fallecidos
corresponde a personas no vacunadas. Esos datos, entre otros, demuestran la
alta efectividad de las vacunas anticovid que atenúan bastante los efectos del
virus o directamente los anula impidiendo los daños de los pulmones y de otros
órganos. Entonces, no utilizar e impulsar la no utilización de la vacuna
anticovid -única herramienta científica para contrarrestar la pandemia y sus
efectos- es operar para que no desaparezca ni sea controlado el coronavirus.
Impulsar la no vacunación es operar para que este virus siga causando daños,
muertes, sufrimiento, orfandades a muchísimas personas. Dicho sin circunloquio,
los “antivacunas” tácitamente promueven casi todos los males, incluso la muerte
(propia y ajena). Es fundamental la cooperación de todos para superar como
humanidad esta pandemia. Los científicos han hecho lo que se anhela tener
durante una pandemia: las vacunas. Las autoridades (pese a su conocida
incompetencia y negligencia) ya han hecho lo que deben hacer: adquirir y
distribuir las vacunas. Los ciudadanos tenemos el deber de cooperar para
superar cuanto antes este mal. Ya sabemos cómo. Cooperemos entre todos.
Al Vino.
*Publicado en la Gaceta Guaireña el
18/01/2022
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