martes, 24 de mayo de 2022

LOS DESAFÍOS DE UNA CAPITAL CULTURAL

- Por Alvino Villalba

La fantasía forma parte de la realidad y ésta –muchas veces– supera la ficción. Ser realista sin soñar y sin fantasear roza con el pesimismo; por lo tanto, deberíamos permitirnos soñar más sin quedarnos dormidos sino trabajando para materializar nuestros sueños y anhelos, aunque por eso te “acusen” de soñador o de loco. Al fin y al cabo, por salud mental es ‘permitido’ enloquecer de vez en cuando. Soñar individual y colectivamente que podemos ser y estar mejor es el histórico elemento dinamizador de la anulación y superación de situaciones deshumanizantes que dañan a las personas y a la naturaleza.

En ese sentido, soñar que Villarrica puede fortalecer su condición de ciudad culta y/o de capital cultural del Paraguay no pasa por un optimismo vanidoso ni pretende alimentar algún chovinismo local ante otras ciudades, sino es lo que nos merecemos y es el punto de convergencia de los anhelos de una sólida mayoría vilarriqueña. Materializar un sueño conlleva un arduo trabajo; pues, los sueños no se cumplen mágicamente, para ello se trabaja hasta que se convierta en una hermosa y satisfactoria realidad.

Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de cultura? Básicamente, cultura es el modo de ser, de estar, de vivir y de convivir de un pueblo; dicho de manera distinta, cultura es todo aquello que hemos sembrado o cultivado como sociedad en la cual todo aquello (que hemos cultivado) es reconocido, valorado y promocionado por cada uno de los miembros que la componen. Se emplea el término “cultivo” para remitirnos a lo que hemos hecho, lo que estamos haciendo y lo que seguiremos haciendo para nosotros y para las indeterminadas generaciones que vendrán. Y en ese movimiento, que conjuga conservar e innovar, por lo general, se descubren o inventan formas más sofisticadas y más satisfactorias, las cuales se incorporan dejando algunos elementos y manteniendo otros; esta es la manera en la que se acerca al perfeccionamiento. Es decir, la cultura es dinámica; no es estática, no se estanca en el tiempo ni se aferra a una sola forma. En ese sentido, el filósofo y militar Francisco Romero (español nacionalizado argentino) sostiene que el ser humano es producto de la cultura y -al mismo tiempo- es productor de cultura. Parafraseando a este autor, podríamos decir que la cultura es una creación humana que se recrea sin dejar de ser lo que es.

Por otro lado, aunque suene paradójico, el movimiento cultural denominado ‘Renacimiento’, que logró la transición de la Edad Media a la Edad Moderna, redujo el concepto de la cultura de “bien colectivo” (tangible e intangible) a un “bien individual” al colocar la idea del “hombre cultivado” con lo cual el instaló la categoría “persona de cultura” para referirse exclusivamente a quien ha accedido a estudios académicos. También para la Real Academia Española (institución cultural española), cultura es el “conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico”, y es el “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etcétera”.

Volvamos a la palabra “cultivo”. En este contexto, se refiere –principalmente– a las costumbres, los valores, las virtudes, las hazañas o logros académicos, éticos, militares, artísticos, políticos, tecnológicos, religiosos y deportivos realizados o empezados por nuestros ascendientes. Cultura es cultivo y siembra. Es una metáfora del ámbito agrícola que nos remite a las acciones que realizamos para no carecer de algo que valoramos y consideramos necesario para subsistir como pueblo. Por eso, la corrupción, el clientelismo, la mediocridad, el robo, el exclusivismo, el nepotismo, la impunidad, el planillerismo, el autoritarismo, la falta de transparencia, la prepotencia, entre otros vicios instalados por nefastos administradores de nuestros bienes (desde la municipalidad, la gobernación y/o desde la misma presidencia) son los que ponen en riesgo nuestra cultura y -consecuentemente- nuestra misma identidad como capital cultural del país. Por lo tanto, administraciones que se denominen “diferentes” tienen la obligación moral, social y política de ser efectivamente diferentes haciendo de forma diferente las cosas, no solo con resoluciones circunstanciales sino trabajando con un plan a corto, mediano y largo plazo con enfoque integral.

¿Cómo nos cultivamos en la actualidad? ¿Cómo hacer para fomentar lecturas, sentido crítico E involucramiento de la población desde temprana edad? ¿Qué hacer con quienes operaron para despojarnos de nuestro cultivo incorporando prácticas contrarias a una ciudad culta? Los Departamentos o Secretarías de cultura (que no comulgan con la mediocridad) tienen un alto desafío, pero, ¿los pobladores podrían pasar de espectadores a protagonistas? Quizás los hechos que no condicen con nuestro modo de ser, de estar, de vivir y de convivir, como esos vicios citados más arriba, pasen también por el insuficiente interés que se viene poniendo en algo demasiado valioso e importante como la cultura. La esperanza, no de todos sino de muchos, es que ahora hay una nueva administración que tiene el gran desafío de ser diferente.

Al Vino


* Publicado en Gaceta Guaireña el 11/01/2021

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