- Por Alvino Villalba
La fantasía forma parte de la realidad y ésta –muchas veces– supera la ficción. Ser realista sin soñar y sin fantasear roza con el pesimismo; por lo tanto, deberíamos permitirnos soñar más sin quedarnos dormidos sino trabajando para materializar nuestros sueños y anhelos, aunque por eso te “acusen” de soñador o de loco. Al fin y al cabo, por salud mental es ‘permitido’ enloquecer de vez en cuando. Soñar individual y colectivamente que podemos ser y estar mejor es el histórico elemento dinamizador de la anulación y superación de situaciones deshumanizantes que dañan a las personas y a la naturaleza.En ese sentido, soñar que Villarrica puede fortalecer
su condición de ciudad culta y/o de capital cultural del Paraguay no pasa por
un optimismo vanidoso ni pretende alimentar algún chovinismo local ante otras
ciudades, sino es lo que nos merecemos y es el punto de convergencia de los
anhelos de una sólida mayoría vilarriqueña. Materializar un sueño conlleva un
arduo trabajo; pues, los sueños no se cumplen mágicamente, para ello se trabaja
hasta que se convierta en una hermosa y satisfactoria realidad.
Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de cultura?
Básicamente, cultura es el modo de ser, de estar, de vivir y de convivir de un
pueblo; dicho de manera distinta, cultura es todo aquello que hemos sembrado o
cultivado como sociedad en la cual todo aquello (que hemos cultivado) es
reconocido, valorado y promocionado por cada uno de los miembros que la
componen. Se emplea el término “cultivo” para remitirnos a lo que hemos hecho,
lo que estamos haciendo y lo que seguiremos haciendo para nosotros y para las
indeterminadas generaciones que vendrán. Y en ese movimiento, que conjuga
conservar e innovar, por lo general, se descubren o inventan formas más
sofisticadas y más satisfactorias, las cuales se incorporan dejando algunos
elementos y manteniendo otros; esta es la manera en la que se acerca al
perfeccionamiento. Es decir, la cultura es dinámica; no es estática, no se
estanca en el tiempo ni se aferra a una sola forma. En ese sentido, el filósofo
y militar Francisco Romero (español nacionalizado argentino) sostiene que el
ser humano es producto de la cultura y -al mismo tiempo- es productor de
cultura. Parafraseando a este autor, podríamos decir que la cultura es una
creación humana que se recrea sin dejar de ser lo que es.
Por otro lado, aunque suene paradójico, el movimiento
cultural denominado ‘Renacimiento’, que logró la transición de la Edad Media a
la Edad Moderna, redujo el concepto de la cultura de “bien colectivo” (tangible
e intangible) a un “bien individual” al colocar la idea del “hombre cultivado”
con lo cual el instaló la categoría “persona de cultura” para referirse
exclusivamente a quien ha accedido a estudios académicos. También para la Real
Academia Española (institución cultural española), cultura es el “conjunto de
conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico”, y es el
“conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo
artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etcétera”.
Volvamos a la palabra “cultivo”. En este contexto, se
refiere –principalmente– a las costumbres, los valores, las virtudes, las
hazañas o logros académicos, éticos, militares, artísticos, políticos,
tecnológicos, religiosos y deportivos realizados o empezados por nuestros
ascendientes. Cultura es cultivo y siembra. Es una metáfora del ámbito agrícola
que nos remite a las acciones que realizamos para no carecer de algo que
valoramos y consideramos necesario para subsistir como pueblo. Por eso, la
corrupción, el clientelismo, la mediocridad, el robo, el exclusivismo, el
nepotismo, la impunidad, el planillerismo, el autoritarismo, la falta de
transparencia, la prepotencia, entre otros vicios instalados por nefastos
administradores de nuestros bienes (desde la municipalidad, la gobernación y/o
desde la misma presidencia) son los que ponen en riesgo nuestra cultura y
-consecuentemente- nuestra misma identidad como capital cultural del país. Por
lo tanto, administraciones que se denominen “diferentes” tienen la obligación
moral, social y política de ser efectivamente diferentes haciendo de forma
diferente las cosas, no solo con resoluciones circunstanciales sino trabajando
con un plan a corto, mediano y largo plazo con enfoque integral.
¿Cómo nos cultivamos en la actualidad? ¿Cómo hacer
para fomentar lecturas, sentido crítico E involucramiento de la población desde
temprana edad? ¿Qué hacer con quienes operaron para despojarnos de nuestro
cultivo incorporando prácticas contrarias a una ciudad culta? Los Departamentos
o Secretarías de cultura (que no comulgan con la mediocridad) tienen un alto
desafío, pero, ¿los pobladores podrían pasar de espectadores a protagonistas?
Quizás los hechos que no condicen con nuestro modo de ser, de estar, de vivir y
de convivir, como esos vicios citados más arriba, pasen también por el insuficiente
interés que se viene poniendo en algo demasiado valioso e importante como la
cultura. La esperanza, no de todos sino de muchos, es que ahora hay una nueva
administración que tiene el gran desafío de ser diferente.
Al Vino
* Publicado en Gaceta Guaireña el 11/01/2021
No hay comentarios:
Publicar un comentario