-Por Alvino Villalba
La superficie del
territorio paraguayo es de 406.752 km² que equivale a 40.675.200 hectáreas, de
las cuales 27 millones de hectáreas corresponden al área boscosa (donde hay
árboles, ríos, arroyos y animales silvestres). De toda esa área boscosa, en la
actualidad solamente nos quedan 12 millones de hectáreas. Más de la mitad de
nuestros bosques hemos perdido o –más bien- se ha destruido. Para tener como
referencia, nada más, entre los años 2001 y 2019, fueron destruidas 6.033.095
hectáreas de nuestro bosque. Ahora bien, lo que tendría que quedarnos bien
claro es que esta destrucción no ha sido por fenómenos naturales, sino por
fenómenos artificiales.
La destrucción de 15 millones
de hectáreas (de 27 millones de hectáreas) de bosques paraguayos no ha sido
natural sino provocada por pocas personas, entre las cuales se encuentran los
ganaderos, narcotraficantes y sojeros; pues, son ellos los que realizan las
masivas deforestaciones destruyendo así los montes para que se puedan realizar
las plantaciones de marihuana, la soja y también con la finalidad generar las
condiciones adecuadas para la pastura de las vacas. Es decir, el lucro, la
acumulación y la ganancia de dinero de unos pocos generan los perjuicios y
daños que padecemos la gran mayoría. ¿Acaso no hay alguna ley que pudiera
impedir eso y castigar a los que siguen destruyendo nuestros bosques, arroyos y
tierra? Aunque parezca poco creíble, todo este ecocidio ocurre, pese a la
existencia de la Ley 2524/2004, conocida como de “Ley de Deforestación Cero”,
creada supuestamente- para “propiciar la protección, recuperación y el
mejoramiento del bosque… contribuyendo al mejoramiento de la calidad de vida de
los habitantes del país”. Así afirma esta ley en su primer artículo. A pesar de
eso, el Estado paraguayo es débil e ineficiente para aplicar esta ley y
proteger los intereses y bienes de todos los paraguayos; muy por el contrario,
son esos narcotraficantes, ganaderos y sojeros los que imponen su ley al Estado
y no al revés (como debería ser en una república).
“Uno no sabe lo que tiene
hasta que lo pierde” afirma la sabiduría popular y colectiva. Es eso mismo lo
que nos pasa en este momento. Luego de perder todos esos bosques, sabemos la
importancia que ha tenido o que tiene. Pero, ¿por qué es tan importante la
existencia y la conservación de los bosques? Esa pregunta se responde con estos
datos: una hectárea de bosque genera entre 10 y 20 toneladas de oxígeno al año;
los bosques regulan el ciclo del agua (para que no haya sequías ni
inundaciones); producen oxígeno luego de administrar el dióxido de carbono por
lo que purifica el aire contaminado; conservan muchas especies animales
garantizando así la biodiversidad; los bosques regulan el clima para que las
temperaturas no sean ni muy altas ni muy bajas. Es sabido que la masiva
deforestación genera una diferencia en el clima de entre 5 a 6 grados. Las
altas temperaturas experimentadas en Paraguay claramente evidencian eso; por
ejemplo (solamente en la región oriental) en el año 1990, la temperatura máxima
en enero ha sido de 36°C; en el año 2000, 38°C; en el 2010, 41°C.; en el año
2021, 43°C y la tendencia es que siga en aumento. De esa manera, nuestro clima
cálido cada vez se aproxima más al de algunos países considerados “los más
cálidos del mundo”; pues, en la India, las altas temperaturas van alrededor de
47°C; en Vietnam, 45ºC; en Israel, 44ºC; en Catar, 47ºC; en Irán, 45ºC; en
Etiopía, 48ºC. ¿Paraguay va rumbo a ser uno de los países más cálidos del
mundo?
Como hemos notado, la
destrucción de nuestros bosques y el medio ambiente en general no es natural
sino artificial (es provocada por algunas personas); por eso mismo, es un error
atribuir a toda la humanidad la responsabilidad de esta catastrófica situación.
De hecho, todo el daño al medio ambiente no es «responsabilidad de la
humanidad» sino de una minoría que se apropia de los recursos naturales, los
comercializa y convierte esas áreas boscosas en terrenos para las plantaciones señaladas
arriba. Una vez más, resalta a la vista que el lucro de una minoría trae
consecuencias apocalípticas que padecemos la gran mayoría.
Una de las consecuencias
que la gran mayoría estamos experimentando (padeciendo) es este calor extremo
que supera récord de temperaturas altas. Es un calor artificial; no es un
fenómeno natural sino es el efecto de las acciones humanas. Nunca antes el
calor ha sido tan extremo como ahora y se estima que este es el verano menos
caliente de los siguientes años. Dicho con otras palabras, las altas
temperaturas de los próximos años no serían como ahora sino iría en ascenso.
Los insoportables daños
(que provoca el calor extremo) no han sido impuestos por la naturaleza sino por
algunas personas. Entonces, todos los demás efectos del calor, tampoco son
naturales sino provocados (no de manera inmediata sino mediatamente); entre
estos efectos podemos mencionar el aumento de adultos mayores que están
muriendo en sus hogares, la sequía, los incendios, la pérdida de las plantaciones
y cultivos con su inherente perjuicio a la economía, la deshidratación, las
descompensaciones, problemas cardiacos, renales y dermatológicos, entre otros.
En Paraguay, el
Apocalipsis no es natural ni sobrenatural sino artificial. Todo este fenómeno
apocalíptico y artificial se pudo haber evitado, pero la ineficiencia e
incapacidad del Estado ha propiciado esta situación. A partir de aquí, ¿qué
podemos hacer como sociedad civil para revertir esto? ¿Cómo y con quiénes se
podría hacer un Estado que efectivamente defienda los intereses patrios? ¿Qué
futuro nos espera a nosotros, a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos?
Los bosques se caracterizan por dar salud, bienestar y vida. Su destrucción
trae consigo enfermedades, malestares y muertes. ¿Es justo que por el lucro y
la ganancia de los ecocidas tengamos que padecer situaciones tan catastróficas?
Lo que queda claro es que, si no protegemos la naturaleza, la naturaleza ya no
nos protegerá.
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